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Shale neuquino: expectativas por el despegue de una roca de clase mundial

Los números de la recuperación de Vaca Muerta dan cuenta de que la roca de esquisto es el gran proyecto industrial del sector hidrocarburífero del país.

Vaca Muerta ha sido calificada como la nueva Pampa Húmeda, todo un caballito de batalla de muchos políticos (en funciones, candidatos o candidateables) y una bandera de desarrollo para la industria argentina. Nadie desconoce el potencial real que tiene para la recuperación de hidrocarburos abundantes y competitivos, en particular con el gas natural, cuya producción será indispensable elevar para sobrellevar el invierno sin excesos en las importaciones y garantizar energía para apuntalar la alicaída economía argentina.

Además, en la industria se suele hablar de llevar a los desarrollos a “modo factoría”. Un concepto que también refiere a las oportunidades que puede generar en el sector laboral, miles de hombres y mujeres que pueden conseguir empleo de calidad en la industria. Pero no solo en la industria, sino en una cuenca que se cataloga de clase mundial y que ya no compite a nivel nacional -aquellos viejos ranking de qué provincia producía más- sino que ubica al país en la competencia a escala global para colocar petróleo y gas en los mercados más exigentes.

No es puro optimismo, sino que la industria de los hidrocarburos no convencionales lo demuestra con datos, tal como se repasan en la nota de tapa de este número de +e. De hundirse con fracking cero en abril de 2020, febrero salta a 682 etapas de fractura, y si la tendencia sigue, podría romperse aquella marca del mismo mes del 2019, cuando la macroeconomía no acompañaba pero Vaca Muerta mantenía sus perspectivas.

Incluso a nivel nacional puede observarse el alto impacto que tuvo en la matriz energética el desarrollo de los no convencionales. Una provincia históricamente gasífera y clave para el autoabastecimiento en ese segmento ahora puede tener excedentes de gas, generar divisas con la exportación y hasta ostenta los pozos de petróleo (con un componente del 70% de shale oil) más productivos del país. Superó en petróleo a Chubut, que todavía sigue siendo un bastión del crudo convencional y fuente de aprendizaje para la industria.

Una de las lecciones aprendidas para la industria es mantener el optimismo. En los primeros pozos realizados en Vaca Muerta, los costos cerraban con un barril a u$s 100, las ramas laterales apenas tenían 1500 metros y se hacían dos fracturas en un día. Allí entró en acción la curva de aprendizaje, aquella que tanto se menciona: amortizar costos, incorporar tecnología, capacitar personal, reducir tareas repetitivas, bajar costos y maximizar la producción. Todo eso es posible.

Más de ocho años pasaron de la renacionalización de YPF, la empresa líder en Vaca Muerta. En la actualidad, existe una multiplicidad de actores trabajando en la formación geológica considerada de clase mundial. Compañías como Pan American Energy o Pluspetrol invierten con fuerza, pero también aparecen ExxonMobil, Chevron (con quien YPF desarrolla nada menos que la emblemática Loma Campana) y otras independientes como Vista Oil & Gas o Phoenix Global Resources (recientemente el gobierno de Neuquén le otorgó la concesión no convencional de Mata Mora Norte). Vista es la segunda productora de shale oil y Phoenix cuenta con el apoyo financiero de Mercuria, una de las más destacadas del mundo. Con seriedad, compromiso e inversiones, se puede crecer velozmente.

Y velozmente la producción puede contribuir a que la Argentina tenga la energía que requiere para motorizar su economía, siempre tambaleante y golpeada por la pandemia.

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