Opinión

Las necesidades políticas y el futuro de la producción de gas

Con reglas claras a largo plazo, el ritmo de las inversiones en el sector podría aportarle al gobierno nacional los dólares genuinos que necesita. La Cuenca Neuquina generaría unos 6000 millones de dólares anuales.

POR FERNANDO CASTRO - Editor +e

En la industria petrolera nadie se explica lo siguiente: cómo hará el próximo gobierno nacional para cumplir aquello que los principales referentes del sector energético le dijeron en la serie de encuentros que mantuvieron en el último mes. Por un lado, esa faceta pública del presidente electo Alberto Fernández acerca de desdolarizar las tarifas, en un contexto de severas complicaciones económicas para un amplio sector de la población. Por el otro, esa invitación a invertir en privado los miles de millones de dólares que permitirían nuevamente echar a andar la rueda en Vaca Muerta.

Lo que va de un polo al otro es la tierra de incertidumbres que en buena medida mantienen en vilo al sector, que venía invirtiendo unos cinco mil millones de dólares por año y proyectaba nuevos desarrollos masivos de shale para el 2020. Las preguntas sobre el futuro dan otro elemento para entender el tipo de encerrona que podría estar forjándose.

El caso de la producción de shale gas en los próximos dos años es claro. Referentes de provincias productoras, consultores y empresarios hacen las cuentas con la producción no convencional y el uso de capital intensivo que requieren esos pozos para no declinar. Se sabe: en los mejores casos hay un gran crecimiento en el momento inicial para luego dar paso a una baja sustancial, que solo puede mantenerse inyectando más dinero en las áreas en cuestión.

Si no hay nuevas inversiones hacia el 2021, el país podría encontrarse con un contexto en el que debería salir a comprar combustibles para generación afuera. Esa necesidad coincidiría con las elecciones de medio término a nivel nacional. Es cierto: dos años, en un país como Argentina, son una eternidad. Un botón de muestra: en mayo, la industria calculaba cómo iba a hacer para salir con más crudo al exterior, en el actual escenario normativo, pedía más certezas para las colocaciones en firme para el gas de Vaca Muerta, y se encontró con el decreto de necesidad y urgencia 566.

La paradoja se acrecienta en la medida que se ven las diferentes posibilidades para la producción del shale gas, con pozos cuyas curvas de acumulada de producción son parte de las mejores que podrían encontrarse en el planeta.

La barcaza de licuefacción Tango y los buques que transportarán el fluido desde la costa de Bahía Blanca son una pequeña muestra: YPF y el GNL, ese proyecto de baja escala que podría ser la antesala del crecimiento para el shale argentino en la transición a las energías renovables.

“Argentina juega una carrera con Estados Unidos, pero no puede comenzar a competir todavía”, planteó un referente de la industria en la última semana, en el Séptimo Congreso de Producción del IAPG.

El país tiene ese doble frente que retorna con empeño: la necesidad de garantizarse una cuota de mercado para el futuro, algo en lo que el paso de los meses puede tener una gran incidencia, en medio de la voracidad de los grandes jugadores del sector por garantizarse esos mismos mercados. Y por otra parte, los dilemas internos propios: la resolución de una macroeconomía que hoy luce incierta en el mejor de los casos.

Otro elemento pasa por las oportunidades que tendrá la gestión entrante para encontrar dólares. A ese sector de la política argentina el gobierno neuquino le dice que, manteniendo reglas claras, las normas que rigen para el resto de los países del mundo, solo con eso, el ritmo de inversiones posibles es de unos 6000 millones de dólares anuales en la Cuenca Neuquina.

Es parte del contexto, una suerte de confuso y contradictorio entramado: necesidades políticas, internas y externas, discursos de campaña, incertidumbres económicas actuales y futuras, y posibilidades muy grandes si se toman las medidas adecuadas.

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