Escenario: YPF, el alivio y los ecos de la destrucción
Una vez más, el caso interpela a la política y su falta de aptitud para sostener acuerdos, que son los que necesita conseguir el sector energético argentino.
Por sus efectos de más largo plazo, será una de las noticias del año: la aceptación de los tenedores de títulos de YPF para el vencimiento de marzo implica uno de esos alivios que nadie -todavía- reconoce públicamente pero que la mayoría del sector petrolero advierte como tal.
Ese 60% de bonistas marca una diferencia entre un escenario de crecimiento hacia la salida del COVID-19 y otro que profundizaría problemas en uno de los pocos sectores que podrían generar dólares. Se sabe, esa crisis macroeconómica que se hizo más notable desde mayo del 2019.
Tal como lo adelantó +e, YPF les dijo a sus acreedores que la mejor forma de garantizar el pago de sus títulos era con una negociación exitosa, toda vez que eso le permitirá a la petrolera incentivar el ciclo de perforaciones. Su rol protagónico en el Plan Gas.Ar es, en ese sentido, tanto una línea de largada como una meta. Desde allí buscará revertir la declinación de sus pozos, tal como lo adelantó también este medio, duplicando su producción de shale gas.
Por su rol omnipresente, cualquier cosa que le suceda a YPF tiene el poder suficiente para copar la escena nacional. Como quedó demostrado en el último mes, una vez más, quedó absorbida por el atolladero del país, esa fragilidad extrema de la tromba polarizadora, la lógica amigo-enemigo que vuelve improbable cualquier chance de construcción. La buena noticia ya está. La industria petrolera esquivó poco menos que un colapso sobre el colapso del COVID-19. Pero todo podría volver a ser un capítulo más (un nuevo respiro) en el largo historial de los desencuentros que surgen a la vera de los discursos de la destrucción.
Es, en ese sentido, esta crisis, una nueva oportunidad que interpela a la política. (Está claro que es más sencillo no gobernar y apelar a la desmemoria.) Después de todo, Argentina viene demostrando ser ese país en el que los acuerdos carecen de sustentabilidad. Las economías provinciales también tienen motivos para el alivio. En rigor, hace un par de meses que los están teniendo. Salen, de a poco, también, del infierno, y el sonido de las bombas de los sets de fractura cifra buena parte de las expectativas, esperanzas y recursos de corto plazo en Neuquén: si la salida del COVID-19 lo permite, la provincia podría estar en vías de experimentar ese rebote en V que llega con los ciclos de precios altos del crudo, en los momentos en los que eso confluye con los desarrollos de gas. Es verdad, el gas sigue siendo el acertijo de largo plazo que dividirá en un par de décadas lo que existe de lo que alguna vez fue (¿la transición energética llega más rápido de lo esperado?), pero la relativa baja escala con la que despega el Plan Gas.Ar, suma para impactar en el regreso de miles de trabajadores, junto a la demanda de crudo a la que le da lugar el consumo de naftas. Nadie podría festejar nada, pero es claro que los problemas empiezan a tener otro tenor (¿se mantendrá esa tendencia?): por un lado, el reclamo sindical abierto para apuntalar las dotaciones en los yacimientos. Y por otro lado, la presión que forma parte del dilema económico: la suba del Brent podría presionar por nuevos aumentos en los surtidores, y en las retenciones, si bien alivia los costos en los bloques productores luego de una baja histórica.
Son los temas que mandan en el sector petrolero argentino en el segundo mes, del segundo año, de la era de la pandemia.
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