vaca muerta

De los 1500 despidos del 2016 a los 700 telegramas del 2020

La historia del shale tuvo una gran crisis hace poco más de tres años, cuando quedaron 30 equipos fuera de juego. En pocos meses la opción del gas impulsaba una nueva etapa de crecimiento. Hoy la macroeconomía agrega una variable central en la industria no convencional.

Fernando Castro - [email protected]

La previa de la reunión entre el principal gremio petrolero del país y el gobierno nacional tiene antecedentes cercanos en Vaca Muerta. Para encontrar una crisis similar, hay que trasladarse en el tiempo hasta el 1 de diciembre de 2016. Ese día YPF anunció que tenía que bajar 30 equipos de la Cuenca Neuquina. Eran los albores de lo que fue el ciclo de crecimiento en los no convencionales que se extendió hasta agosto de 2019. La principal productora de hidrocarburos anunció ese día que no podía sostener dotaciones ociosas de trabajadores. Eso, informó, le demandaba unos 100 millones de dólares anuales que no podía seguir gastando en el escenario de ese momento.

El petróleo Brent valía ese día 55 dólares. Un precio similar al que también imperó en el mercado doméstico en los últimos meses por la intervención del Estado. La curva de aprendizaje de Vaca Muerta daba en 2016 sus primeros grandes pasos. Y era todo un desafío producir con ese valor de referencia en el segmento shale. Ni hablar en el grueso de los pozos convencionales, en los que seguir extrayendo crudo requería un barril por encima de los 60 dólares como mencionaban fuentes de la compañía por lo bajo.

El gremio petrolero levantó la guardia. La crisis se extendía también en otras cuencas productoras: miles de personas se sumaron a protestas en los días siguientes en Comodoro Rivadavia, por caso.

En Neuquén, esa tensión ponía entre interrogantes a Vaca Muerta, sumó al gobierno provincial y al sindicato conducido por Guillermo Pereyra a una mesa de negociaciones con el por entonces ministro de Energía Juan José Aranguren. (Sirvió, también, para forjar un vínculo más firme entre los sectores disidentes del MPN: el de Pereyra y el azul de Jorge Sapag y Omar Gutiérrez; esa es otra historia, pero hoy están en la misma vereda en la interna partidaria.)

Desde esa última gran crisis de 2016, en pocos meses tomaron forma dos ejes cruciales de lo que sería el incipiente desarrollo del shale. Por un lado, una serie de discusiones con todos los actores del sector. En Neuquén, Gutiérrez transitaba su primer año de gobierno. Se refería a esos acercamientos como parte de un gran acuerdo petrolero. Todo terminó con el subsidio a la producción de shale gas de Vaca Muerta. Era la etapa de la Resolución 46/17 y su sendero de precios subsidiados hasta el 2021.

Hubo en paralelo una reforma al convenio colectivo de trabajo del sector, con modificaciones reclamadas por las empresas. El año siguiente, también, fue uno en el que centenares de empleados quedaron en sus casas percibiendo salarios diezmados por la crisis.

Con el auge del shale gas y el nuevo sendero de precios, ese escenario crítico tomó la forma de un despegue. En adelante la tónica fue la de miles de personas que llegaron a Neuquén y Añelo para sumarse a la nueva ola productiva. Muchos, no obstante, comprobaron que no era tan fácil conseguir un empleo, aún en medio de la coyuntura que aisló en buena medida a Neuquén de una crisis que para el país era cada vez más profunda. El ex intendente de Añelo Darío Díaz -la escena es casi una muletilla- destinaba parte de su presupuesto a pagar pasajes de vuelta.

El actual ciclo de crisis, por ahora, no tiene esa profundidad. Tras un crecimiento abrupto en la producción de gas, el país empezó a pensarse como exportador de GNL en el largo plazo. Hoy la creciente porción de la producción necesita mercados e infraestructura. Hay excedentes, pozos planchados y precios bajos.

El escenario que vive el país desde principios de 2019 desencadenó la intervención en el precio del crudo, poniendo un techo al valor del barril con el decreto de necesidad y urgencia 566, con el objetivo de evitar un impacto inflacionario más profundo a la salida de las PASO. La opción a las inversiones en gas, el shale oil, tambaleó desde entonces. Ya el Fondo Monetario Internacional le había recomendado al ex ministro de Hacienda Nicolás Dujovne recortar los fondos para el subsidio de la 46, algo a todas luces insostenible para el país.

Hoy, el organismo, también marca de forma indirecta el ritmo de la producción argentina. La negociación por la deuda encierra una clave para saber si este año, en el mejor escenario, el grifo de las inversiones podría llegar a abrirse. La capacidad de respuesta del gobierno nacional luce más acotada, si bien hace meses que habla de un estímulo al shale oil en complemento con otras opciones para el sector petrolero.

Es, en definitiva, la foto actual de la industria hidrocarburífera. Una corta historia del shale que tiene en un inicio una crisis, la del 2016, que abrió paso a una serie de posibilidades inéditas para Argentina, y que hoy devuelve casi los mismos debates, con el trasfondo de 700 trabajadores en vilo por su empleo y las incógnitas sobre la política energética que será parte de lo posible.

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