El aporte del petróleo y el gas a la transición energética
La industria hidrocarburífera tiene muchas deudas con el medioambiente, pero también puede aportar soluciones para garantizar seguridad con menores emisiones.
Comodoro Rivadavia es la Capital Nacional del Petróleo, dado que allí tuvo el descubrimiento más importante de principios del siglo XX. Era el 13 de diciembre de 1907 cuando el equipo liderado por Enrique Hermitte empezó a sentir “el olor a kerosene”. Ayer, esa ciudad fue sede del Foro de Transición Energética, un espacio que reunió a representantes de empresas energéticas, principalmente petroleras, y consultores para debatir el futuro en temas de eficiencia energética, reducción de emisiones y el hidrógeno.
La transición energética es el concepto que más se viene repitiendo, con un envión durante el 2020, ocupando paneles en coloquios y siendo tema central en foros como el ocurrido ayer o el de Neuquén en abril.
“La transición energética no es transicionar lentamente de un tipo de combustible a otro sino que requiere pensar en soluciones que, de alguna manera, minimicen el impacto ambiental, sobre todo de dióxido de carbono”, explicó el CEO de YPF, Pablo Iuliano, en una reciente entrevista con +e.
La transición energética es un camino que cada país atravesará con diferentes objetivos, no con giros bruscos. El gas natural implica una oportunidad para la Argentina, dado que Vaca Muerta es la segunda reserva global de shale gas y que la matriz energética del país es básicamente gasífera.
La oportunidad es mayor cuando países como Chile y Brasil empiezan a mirar con cada vez más atención el crecimiento de la producción gasífera en Argentina, expectantes por la infraestructura. Por caso, esta semana salieron los primeros tubos de 36 pulgadas para iniciar la construcción del gasoducto Néstor Kirchner desde Valentín Alsina hasta Tratayén.
Estos caminos con particularidades fue lo que planteaba Guillermo Koutudjian, director de Integración, Acceso y Seguridad Energética de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), en un foro organizado por la Universidad Católica Argentina (UCA): “Las transiciones energéticas tienen que ser justas y contemplar a todos los sectores económicos. Es impensable, por ejemplo, en la Argentina dejar de producir petróleo y gas sin pensar en qué pasará con las 10 provincias productoras”.
La discusión de fondo no es cuántos años de explotación quedan para el petróleo y el gas sino cómo reducir emisiones, con estrategias claras en las que incluso la industria hidrocarburífera tiene aportes para hacer.
Las compañías inversoras en Vaca Muerta tienen líneas de acción para reducir las emisiones y gases fugitivos, algo que en buena medida la tienen fácil cuando se trata de construir infraestructura nueva. El lado difícil es la adaptación de las instalaciones existentes, muchas construidas en tiempos donde las políticas medioambientales estaban en segundo plano.
En Estados Unidos, un informe publicado en Nature Communications indica que la mitad de las emisiones de metano vienen de los viejos pozos convencionales. Los pozos marginales producen menos de 15 barriles de petróleo equivalente al día y emiten metano a un ritmo entre 6 y 12 veces superior a la media nacional, lo que equivale a una fuga del 10% de su gas a la atmósfera, según el informe.
La industria del petróleo y el gas tiene muchas deudas con el medioambiente, pero en los últimos años ha tomado acciones que pueden convertirse en aportes para garantizar seguridad energética con menores emisiones.
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