Vaca Muerta. La parálisis, los resultados y la tarea pendiente
La pandemia le pone un freno abrupto al shale argentino. Sin embargo, hace ocho meses que no hay políticas para el sector.
POR FERNANDO CASTRO - Editor +e
"Salí de ahí, Maravilla”. El periodista deportivo Walter Nelson le rogaba a Maravilla Martínez, ese exquisito boxeador argentino que saliera de las cuerdas, que no se prendiera en el mano a mano luego de dar cátedra, que lo podían dejar nocaut. Se sabe, ganó por puntos y, con cierto sinsabor, se quedó con el título a la salida de lo que por tramos había sido una exhibición.
Lo cierto es que Vaca Muerta atraviesa hoy un poco esa situación. Está entre las cuerdas, recibiendo los embates de una crisis global de precios, de la pandemia, que se suma a las postergaciones previas producto de la macro.
Con todo, hoy la crisis de demanda que impacta a escala global es el principal problema.
Hay una suerte de dualidad que suele ser la constante en las áreas de Vaca Muerta en al menos los tres últimos años, aquellos en los que el rendimiento de los pozos shale dieo un salto de calidad, con algunos de los mejores indicadores del mundo en el segmento.
La foto que impera hoy es la del recorte en Loma Campana, esa suerte de punto de inicio para los no convencionales en el país, con una producción que se derrumbó a la mitad por efecto del coronavirus y el impacto de la demanda interna de combustibles. El área de YPF, un desprendimiento de Loma La Lata, motivaba al inicio de la década los elogios del directorio de Repsol, cuyos funcionarios desfilaban por el yacimiento contando esa suerte de comienzo de epopeya que se visualizaba entre el áureo shale oil que mostraban en botellas a quienes les daban la buena nueva.
Claro, llegó la expropiación con avenimiento, el control de Argentina sobre YPF y el despegue de la fiebre shale, de otro modo: desarrollar Vaca Muerta resultó ser una absoluta verdad que pronto comenzaron a entender gigantes como Shell, ExxonMobil, Petronas, Chevron, Total y Equinor, ahora último.
Se abrió un horizonte exportador de petróleo y gas, pero sobre todo de crudo, como casi no se había visto antes. El camino hacia los excedentes le reservaba al país más de una chance a la hora de quitarles presión a los dólares del Banco Central de la República Argentina.
Hoy, todo esto está en cuestión. Está claro: el freno en la economía mundial impuso una serie de interrogantes sobre los desarrollos de todo el mundo. No por nada en Estados Unidos, ese nuevo gigante mundial de la producción, unas 100 empresas están a punto de quebrar, algo que motivó que Donald Trump pasara de festejar la baja del WTI a inicios de la actual puja de precios a impulsar los recortes que no hagan peligrar ese rol que los no convencionales le mostraron ahora a la potencia norteamericana.
Al mismo tiempo, el acuerdo de Argentina con el FMI había puesto en un segundo lugar a las políticas del sector.
Hasta el coronavirus, la agenda del gobierno nacional pasaba en buena medida por la necesidad de reestructurar los pagos de la deuda.
Cualquier intento por revitalizar la industria podía ser redundante si el frente externo no se solucionaba antes, parecían analizar en La Rosada.
Sin embargo, al margen de algunas declaraciones de buena voluntad, Nación divagó entre la ambigüedad y la falta de políticas para el sector energético. Vaca Muerta y el resto de las cuencas productoras acumulan, en rigor, ocho meses de dudas desde ese fatídico punto cero que supo ser el decreto de necesidad y urgencia 566, emitido por el gobierno de Mauricio Macri, que podría ser el inicio para la caída, que ahora suma la turbulencia de una pandemia con una crudeza sin registros. Quedará, acaso, para el día después conocer cuál es el plan. Los dólares siguen estando ahí, en buena medida. ¿Será tarde entonces para ir a buscarlos?
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