Vaca Muerta, la llave para que Argentina conquiste energéticamente a la región
El gas argentino gana terreno como eje estratégico para garantizar energía asequible, segura y sustentable en la región. Los desafíos, dudas y metas de los actores de la industria.
Antes de que Vaca Muerta sea una realidad, la integración energética en la región era una utopía. La caída de la producción gasífera de Bolivia, las diferencias regulatorias y la falta de infraestructura común fueron obstáculos difíciles de superar. Sin embargo, el panorama comenzó a cambiar con el desarrollo del shale argentino.
A partir de 2018, el país recuperó su capacidad exportadora y consolidó año tras año una red de acuerdos bilaterales que abren nuevas puertas para el suministro regional. Chile y Brasil, con una matriz cada vez más verde y variable, ven en el gas argentino una solución a múltiples desafíos: seguridad energética, precios competitivos, transición sustentable e incluso mejora de la calidad del aire.
El desarrollo de Vaca Muerta permitió que Argentina pasara de la escasez a la abundancia energética. Esta transformación abrió un nuevo capítulo en la política energética regional.
En el marco del evento “Integración Gasífera en el Mercosur + Chile: Perspectivas”, organizado por el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), Carlos Cortés, presidente ejecutivo de la Asociación de Gas Natural de Chile, destaca que la falta no está en la infraestructura, que ya existe y es robusta, sino en las señales de largo plazo desde los Estados.
“Tenemos interconexiones, terminales, contratos. Lo que falta es que la política energética reconozca al gas como un recurso esencial, y no como un actor secundario de la transición”, afirmó.
Una ventana de oportunidad
El consenso entre expertos y autoridades es claro: el momento para actuar es ahora. La transición energética no puede esperar a 2050. América Latina enfrenta hoy desafíos urgentes como la pobreza energética, la contaminación urbana por uso de leña y combustibles líquidos, y la necesidad de garantizar seguridad de suministro con energías renovables intermitentes.
Chile es un ejemplo paradigmático. Tiene una matriz eléctrica cada vez más renovable, pero carece de almacenamiento competitivo a gran escala. Mientras las baterías aún no alcanzan la madurez tecnológica para sostener la estabilidad del sistema, el gas natural aparece como el respaldo ideal.
“La oportunidad para el gas argentino es esta década, no dentro de veinte años. Necesitamos decisiones hoy”, remarcó Cortés. El 70% del gas importado por Chile en 2024 ya fue de origen argentino, una señal de confianza que puede potenciarse con marcos regulatorios más estables y una planificación coordinada.
Brasil también mira con atención el potencial argentino. Rogerio Manso, presidente de la Asociación de Empresas de Transporte de Gas Natural por Gasoducto (ATGas), sostuvo que existe espacio para avanzar en regulaciones conjuntas y códigos comunes de red, similares a los de la Unión Europea, para mejorar la interoperabilidad y el comercio de gas entre países.
“Brasil tiene reservas diez veces menores que Argentina. La industria necesita gas firme, y no puede depender solo de la producción local. El gas argentino es una solución real para cubrir esa brecha”, explicó Manso.
Además, resaltó que el crecimiento del mercado de clientes libres en Brasil es una oportunidad concreta para establecer contratos transfronterizos de mediano y largo plazo.
En este punto, el antecedente del gas boliviano resulta inspirador: con contratos de largo plazo, Bolivia logró que el gas natural pasara de representar menos del 2% de la matriz brasileña a más del 12% en sus mejores años. “La clave es tener ambición y visión estratégica. Lo que parecía imposible, se logró”, remarcó Manso.
Un ecosistema regional
La integración energética no solo es útil para asegurar energía, también es clave para la competitividad industrial, la inclusión social y la lucha contra el cambio climático. El gas natural puede reducir de manera inmediata la contaminación en zonas críticas como el sur de Chile, donde seis de las diez ciudades más contaminadas de Latinoamérica están ubicadas.
En Brasil, industrias como la siderúrgica, la cerámica, el vidrio y la química trabajan con niveles altos de capacidad ociosa. La disponibilidad de gas firme y competitivo podría reactivar estas actividades, generar empleo y reducir las emisiones si se reemplaza el uso de combustibles más contaminantes.
Además, el gas es una solución complementaria a las energías renovables. Heloísa Borges Esteves, de la Empresa de Pesquisa Energética (EPE) de Brasil, fue contundente: “No hay futuro energético posible sin gas natural. Ni siquiera en un escenario exitoso de descarbonización total”.
Las señales para Vaca Muerta
Más allá del potencial, existen barreras que deben superarse. Una de las más mencionadas por los expertos es la necesidad de contratos firmes de transporte y suministro. Hoy, muchas exportaciones desde Argentina son interrumpibles, lo que desalienta inversiones a largo plazo. La falta de señales institucionales claras también dificulta la toma de decisiones.
Por otro lado, iniciativas como el RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) y la ley de Bases en Argentina, junto con permisos de exportación de hasta tres años, están generando mejores condiciones para atraer inversiones privadas. El objetivo es avanzar hacia una estructura contractual similar a la que posibilitó el crecimiento del GNL en Chile a partir de 2007.
Santiago Patrón, de YPF, señaló que ya hay conversaciones en curso para lograr contratos de mediano plazo con consumidores industriales en el sur de Chile, donde la contaminación por uso de leña es alarmante. “La infraestructura está, la demanda está. Lo que falta es consolidar las condiciones para que los privados inviertan con seguridad”, sostuvo.
En tanto, Mauricio Bejarano, viceministro de Energía de Paraguay, resumió los pilares fundamentales para avanzar en la integración regional: voluntad política, financiamiento y armonización normativa. A su juicio, el gasoducto que proyecta conectar Argentina, Paraguay y Brasil refleja que la voluntad política y comercial ya existe.
“Si tenemos contratos a largo plazo, la infraestructura se va a construir. Las moléculas de gas se convertirán en energía eléctrica y desarrollo industrial. No podemos permitirnos desperdiciar esta oportunidad”, afirmó. Bejarano también advirtió que es inadmisible que seis países sufran cortes energéticos simultáneos en un continente con recursos tan abundantes como el gas argentino.
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