Vaca Muerta, clave para el próximo gobierno
Analistas destacan el rol central que tendrá el shale en el destino económico de la Argentina.
En medio de la crisis por la falta de gasoil que golpea a las provincias, mientras la interna en la coalición de gobierno nacional genera incertidumbre sobre el futuro económico, o cuando la mayoría de los gobernadores oficialistas o de partidos aliados al Frente de Todos (FdT) se agolparon en la denominada Liga Federal para unificar reclamos a la Casa Rosada, el potencial de Vaca Muerta emerge como una de las esperanzas para reencauzar el rumbo del país en tiempos de incertidumbre. Al menos eso entienden consultores, economistas y especialistas en el mundo energético que expresaron su opinión ante la consulta de +e.
El director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (CEEPYS), Víctor Bronstein, apuntala esta teoría y plantea el escenario con el que buena parte de la dirigencia política coincide: el de la necesidad de desarrollo para Vaca Muerta, con la virtud de convertirse en el camino más rápido para estabilizar la macroeconomía. “El gran problema de la falta de dólares, la restricción externa podría comenzar a mejorar”, razona el experto. El desarrollo de la actividad en Neuquén, entiende el ex director del Instituto del Gas y el Petróleo, es prioridad para todo el arco político nacional. El ejemplo más claro es el gasoducto Néstor Kirchner, el único caso de coincidencia entre oficialismo y oposición en mucho tiempo.
“Existe una necesidad de autoabastecimiento de gas, de reemplazar importaciones. También hay una enorme perspectiva en la exportación de petróleo. Se habla mucho del gas porque necesita más infraestructura y requiere acuerdos, pero Vaca Muerta cambió la perspectiva del desarrollo argentino. La lucha es conseguir el autoabastecimiento. Eso nos otorga la Cuenca Neuquina”, analiza Bronstein. Y agrega: “Es mucho más rápido el desarrollo del petróleo. En menos de cinco años, tendría la posibilidad de exportar un millón de barriles diarios”.
“Lo que incidirá en la elección que se aproxima es la economía. Si se termina el gasoducto para el invierno que viene, se reducirían de manera significativa las importaciones de gas y se traerá un alivio a las cuentas. Eso propiciará una mejora de la economía nacional”, sostiene el ingeniero.
“Para el Gobierno es una oportunidad, porque puede defenderse en excepcionalidad que implica un contexto internacional volátil, en el que podría argumentar que se trata de un modelo público y privado que con inversiones estructurales, a futuro, garantice la autosustentabilidad energética. Hoy es una oportunidad para todo el arco opositor por el déficit que genera la importación energética. También por la falta de previsión”, explica el consultor Mario Riorda.
El auge de la inversión en la Cuenca Neuquina, entiende Riorda, puede ser beneficioso en las provincias productoras de hidrocarburos. “A gran parte de los oficialismos provinciales, todo lo que tiene que ver con inversión energética significa ingresos excepcionales y una oportunidad de desarrollar economías que no tienen la capacidad de generar esos ingresos”, completa.
Si bien las voces consultadas auguran perspectivas favorables, en algunos casos advierten “que los ruidos de la macro” opacarán los beneficios de lo que se extraiga en Neuquén. Eso explica el economista y consultor financiero Rodrigo Álvarez. “La seguridad energética es clave, permite una proyección real y una valiosa contribución al balance fiscal”, machaca el asesor.
“Es la expresión de la dirigencia nacional en la falta de planificación en el sector energético y productivo. Lo expone principalmente, es la búsqueda de una solución mágica, de un gol de último minuto que nos salve. Nuestra dirigencia todavía se pone de acuerdo en construir algo como es el gasoducto. No se tienen en cuenta los requerimientos de los países centrales ni la mirada de la opinión pública”, razona el titular de Estudio Par Consultores, Lasse Paniceres, de fuerte actividad en Neuquén y Río Negro, sobre lo que sucede en la cuenca.
> Demoras inexplicables
Tras una mitad de gestión que transcurrió con dilaciones, el gobierno nacional se decidió a pisar el acelerador y concretar la construcción de un nuevo gasoducto troncal entre Neuquén y Buenos Aires, la obra de transporte más grande de las últimas cuatro décadas. En una carrera contrarreloj, los planes oficiales tenían como objetivo llegar al invierno 2023 con la primera etapa en operación para empezar a reducir la sangría de divisas que genera el sector energético, en un escenario internacional de precios volátiles -y en ascenso- y de reservas del Banco Central en rojo. La tarea no será sencilla y pondrá a prueba la capacidad de maniobra de los funcionarios, más aún cuando el responsable de la unidad ejecutora en Enarsa, Antonio Pronsato, renunció por las demoras inexplicables.
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