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Escenario: El gas como motor en medio de la pandemia

El Plan Gas impulsó la actividad en la peor crisis de la historia. La reestructuración de la deuda de YPF será determinante en los niveles de actividad.

La mayor crisis en la historia de la industria petrolera llegó a Vaca Muerta con la caída de la demanda interna de combustibles. Hace 10 meses Loma Campana quedaba produciendo al 50% por el derrumbe abrupto de la venta de naftas.

Fue la primera foto, impactante, de todo el daño que el COVID-19 asestaría en los meses siguientes. Unos 20.000 trabajadores de la Cuenca Neuquina se quedaban en sus hogares cobrando el 60% de sus salarios. La estampida de perforadores y las cuentas más en rojo que nunca de las pymes que estaban prendidas al shale neuquino son otra foto de entonces.

La flexibilización de las restricciones movió levemente la demanda de crudo de ese peor momento de mayo, junio del 2020. Pero lo cierto es que en enero pasado Neuquén estuvo 10 mil barriles debajo de los 170.000 que había alcanzado en marzo del 2020, cuando tocó un techo que hacía 10 años no alcanzaba.

En ese escenario, irrumpió el gas como un motor para apuntalar los niveles de actividad, que de otro modo hubieran quedado solo atados a la demanda interna de crudo, una variable que de a ratos puede tener la forma de una incógnita vinculada a la cantidad de vacunas que tendrá Argentina y a los límites a la circulación que pudiera haber.

En ese contexto, los principales bloques de shale gas juegan una carrera durante los próximos meses. Las productoras se comprometieron a aportar a la demanda interna un bloque de 70 millones de metros cúbicos diarios (MMm3/d) de gas en los próximos cuatro años.

La llegada de perforadores a los campos de shale en buena medida se explica por la necesidad de perforar los pozos que en cinco meses podrían estar aportando gas en el período de mayor consumo en el país (el ciclo mayo-septiembre).

Con todo, el actual escenario de los no convencionales de Vaca Muerta no deja de ser, quizás, un inicio de salida de la pesadilla que caracterizó al año pasado.

El gremio petrolero que conduce Guillermo Pereyra asegura que hay todavía unos 1800 trabajadores en sus hogares. Sería la marca más baja en toda la crisis del coronavirus. También los reclamos cambian de matiz: En medio del repunte de la actividad, el gremio le pidió a YPF que tome en sus áreas a un cuarto trabajador para la fractura de pozos.

Hay también un factor que será determinante para proyectar el tipo de actividad que podría vislumbrarse sobre el segundo tramo del año.

No es otro que la negociación de la deuda de la petrolera controlada por el Estado argentino, que reestructura vencimientos por 6200 millones de dólares, con un primer pago de u$s 420 millones en marzo.

La compañía le explicó su plan de inversiones del 2021 a los acreedores. Esta semana les dijo que la mejor forma de preservar sus activos parte de la negociación es accediendo al canje de títulos.

Es que el reaseguro de pago de la compañía no es otro que su inversión en upstream para abastecer a su parte del mercado de los combustibles, en torno a 56%.

Con el crédito cerrado, es una parte central de sus ingresos.

Del éxito de esa negociación dependen buena parte de los niveles de actividad, también, en los próximos meses.

Por fuera del empuje de los bloques de gas, el precio del crudo también le hace un guiño a los de shale oil en Vaca Muerta. Los casi 60 dólares del Brent le dan cierto alivio, si bien con la demanda estancada, a los desarrollos de este segmento. También le dan más aire a las provincias productoras golpeadas en el 2020.

Queda por ver la clave política del traslado de ese precio a los surtidores, algo que en un año con definiciones electorales en el Congreso parecería ser todo un desafío para el gobierno nacional.

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